La indefensión aprendida es un concepto clave para entender por qué muchas mujeres permanecen en relaciones violentas. Este estado psicológico se desarrolla como resultado de una exposición prolongada a situaciones de abuso y control, llevando a la víctima a creer que no tiene la capacidad de escapar o cambiar la situación. Es como si el abuso fuera tejiendo una red invisible alrededor de la persona, haciéndola sentir atrapada y sin salida.
¿Cómo identificarla?
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- Sensación de impotencia: La persona cree firmemente que no puede controlar la situación y que sus acciones no tendrán un impacto significativo.
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- Baja autoestima: La violencia psicológica constante mina la autopercepción de la víctima, haciéndola sentir menos valiosa y menos capaz.
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- Miedo: El miedo a las represalias físicas, emocionales o económicas impide que la persona busque ayuda o intente escapar.
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- Dependencia: La víctima puede desarrollar una dependencia emocional y económica del agresor, lo que dificulta su autonomía.
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- Aislamiento: El agresor suele aislar a la víctima de su familia y amigos, limitando su red de apoyo y reforzando la sensación de soledad.
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- Culpa: La víctima puede llegar a culparse a sí misma por la violencia, creyendo que ha hecho algo para provocarla.
¿Cómo se aprende la indefensión?
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- Ciclo de la violencia: La alternancia entre episodios de violencia y períodos de calma o reconciliación crea un patrón que hace que la víctima se aferre a la esperanza de que la relación mejore («vínculo traumático»).
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- Romantización del amor tóxico: Las creencias culturales y sociales sobre las relaciones de pareja y los roles de género pueden influir en la percepción de la víctima sobre la violencia y su capacidad para escapar.
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- Amenazas y coacciones: El agresor utiliza amenazas y coacciones para mantener a la víctima bajo control y evitar que se vaya.
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- Minimización y negación El agresor minimiza la gravedad de sus acciones y niega la violencia, lo que confunde a la víctima («gaslighting») y dificulta que reconozca la situación como abusiva.
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- Culpabilización: El agresor culpa a la víctima por sus acciones, haciéndola sentir responsable de la violencia.
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- Aislamiento social: El agresor limita su red de apoyo. Además, el miedo a ser juzgada o estigmatizada por la sociedad puede impedir que la víctima busque ayuda.
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- Miedo a lo desconocido: La víctima puede temer lo que pueda ocurrir si abandona la relación, especialmente si tiene hijos. La falta de recursos económicos, vivienda o apoyo social puede dificultar que la víctima se independice del agresor.
La indefensión fue aprendida y no es culpa de la víctima. Es una respuesta natural a una situación traumática y abrumadora. Sin embargo, es fundamental comprender este fenómeno para poder brindar el apoyo necesario a las sobrevivientes de violencia de género y ayudarlas a romper el ciclo de abuso.
Si conoces a alguien que está sufriendo violencia de género, es importante animarla a buscar ayuda. En el próximo post compartiré algunos recursos para desaprender la indefensión.
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